sábado, 19 de febrero de 2011

80º aniversario de la película Drácula de Tod Browning

Y del vampiro más famoso de la historia de la literatura, me voy a uno de los más famosos del cine: Drácula interpretado por el actor Bela Lugosi (que a lo largo de su carrera interpretó a este personaje un sin fin de veces)

Me parecía interesante nombrarlo ahora, ya que este año, se celebra el 80º aniversario de su preestreno en Nueva York. Fue dirigida por Tod Browing y producida por la Universal.

Esta es una nota que encontré, hace unos días, donde se habla sobre Drácula y todo el origen de las películas de vampiros.



UNO. Antes de Drácula de Tod Browning, del que hoy, 12 de febrero 2011, se conmemora el 80º aniversario de su preestreno por todo lo alto en Nueva York, está la maravillosa novela homónima de Bram Stoker, el creador de ese agujero negro de la imaginación, en palabras del historiador David J. Skal; el autor que logró humanizar a través del personaje del Conde el concepto ajeno del Mal, de ahí el triunfo de la novela y del personaje, según relata Stephen King en el ensayo Danza macabra.

Tal vez no exista otro personaje como Drácula. Ni siquiera Peter Pan, Sherlock Holmes, Robin Hood, el doctor Jekyll y Mister Hyde, alcanzan la seducción profunda que posee el famoso vampiro, el lado monstruoso que persuade a cualquier persona, independientemente de su condición, raza, cultura. Lo sensual, sexual, inconsciente, misterioso y todo aquello que nos conecta con lo más hondo del ser humano, con esa amenaza que nos atrae, todo eso, expulsa Drácula, que en las páginas de la novela apenas aparece, pero su sombra, su niebla, se siente en cada una de ellas con una fría inquietud, con una perturbadora contradicción. Quizá ésta es la diferencia más significativa entre la novela y las numerosas adaptaciones cinematográficas y mayores sucedáneos surgidos de esa Piedra Rossetta que es el libro de Stoker.



DOS. La película, dirigida por Tod Browning, producida por la Universal, protagonizada por Bela Lugosi -los tres pilares de esta ensoñación que te transporta a otro tiempo, a un estado entre la vigilia y el sueño-, es fundacional, paradigma de cientos de películas de terror y de toda una iconografía de decadencia, a pesar de que F. W. Murnau había firmado con Nosferatu, en 1922, una versión no oficial basada en la novela. Pero el filme de Murnau, donde el vampiro se asemeja más a una rata, es otra cosa. El primer Conde Drácula del cine fue (es) Bela Lugosi. Drácula fue una bendición y una maldición. Drácula nunca muere, dijo el actor húngaro, al que se le encasilló en ese papel, aunque ya lo interpretaría en escasas ocasiones.

Resulta curioso que Lugosi, familiarizado con el personaje, pues era el protagonista de la obra de teatro que se representaba en Broadway en la década de los veinte, tuviese que superar distintas pruebas y enfrentarse a otros actores, Paul Muni, Conrad Veidt, Ian Keith y William Courtnenay, para dar vida al amenazante vampiro. En realidad, la primera opción de la Universal fue ‘El hombre de las mil caras’, Lon Chaney, que ya había trabajado con Browning en varios títulos durante el cine mudo con éxito, como Garras humanas (1927). La muerte de Chaney en agosto de 1930 lo impidió. Entonces comenzaron las pruebas hasta el inicio del rodaje en octubre de ese año.

TRES. Carl Laemmle Jr., hijo del fundador de la Universal, había crecido con las películas silentes de terror de los estudios, así que fue un trayecto normal que quisiera producir Drácula. Su idea era realizar una gran producción a partir de la novela de Bram Stoker, cuando el ‘crack’ de 1929 le puso los pies en el suelo, conformándose con una adaptación de la obra teatral, más modesta en su dimensión artística y económica. Estos inconvenientes no erosionaron la confianza de Carl Laemmle Jr. en el éxito del filme. De hecho, los Estudios, en su afán por extenderse por el mercado hispano, rodaban a la vez versiones españolas de lo que consideraban serían sus grandes títulos. Dirigida por George Melford, producida por Paul Kohner, protagonizada por Carlos Villarías y Lupita Tovar, la versión hispana de Drácula
es una pequeña joya semidesconocida, comparable a la de Tod Browning. La versión inglesa se empezaba a filmar a las ocho de la mañana y finalizaba a las ocho de la tarde; mientras que la española comenzaba de noche y acababa al amanecer. Los dos equipos usaban los mismos decorados. Los de la versión española tenían que ver lo que rodaba Browning y luego imitarlo, pero siempre trataban de mejorarlo, de otorgarle más matices y dinamismo a las escenas, tal vez influidos por el influjo de la madrugada.



CUATRO. No nos engañemos. La película de Tod Browning sigue seduciendo en el manejo de sus sombras, en las reminiscencias expresionistas, en el estilo visual definido por el director de fotografía, Karl Freund -operador de Fritz Lang en Metrópolis (1926) y autor de otro clásico de la Universal, La momia (1932)-, en la apasionante creación de una ambiente inquieto, ambiguo, y, sí, porque Carlos Villarías no es Bela Lugosi, a quien la película debe una parte importante de su gloria. Browning, que en el cine mudo filmaba con desenvoltura, tuvo problemas de aclimatación con la llegada del sonoro, debido a la aparatosidad de los equipos de sonido. Esto es salvado por el cineasta utilizando el silencio para crear una atmósfera turbadora, más efectiva que los diálogos (aunque hay algunos inolvidables).

CINCO. Lo que no ofrece dudas es que Drácula atesora las características de los personajes marginados que atraían al realizador. Destaca la primera parte de la película, con la llegada de Renfield en el coche de caballos a ese pueblo acobardado por las supersticiones y la presencia decadente del castillo del Conde. El coche de caballos atravesando un paraje desolador, tenebroso, escarpado, conducido por un cochero que es Drácula, que ha desaparecido cuando el coche llega a su destino: ese castillo lleno de telarañas, ratas, armadillos, polvo., creando una sensación fantasmal con influencias góticas y expresionistas, el ‘travelling’ hacia los ataúdes, y el miedo anidando en el alma antes de la partida a Inglaterra. El naufragio, la llegada a la ciudad en la que la película cambia de registro, se hace más teatral, sobre todo en los interiores de la casa del doctor Seward, como en la secuencia del espejo entre Van Helsing y Drácula. Los ojos duros iluminados de Drácula, más duros, más deseosos, la capa tragándose a sus víctimas cada vez que las muerde, como a la vendedora de flores, el contenido sexual que subyace mezclado con el horror, lo sobrenatural más deslumbrante que lo terreno, la confrontación entre lo blasfemo y lo sagrado, entre lo velado y lo evidente, entre clases y seres diferentes, Drácula entrando en el teatro, diciendo aquello de «Hay cosas peores que esperan al hombre tras la muerte», fijando sus ojos en Lucy, en Mina, seduciéndolas, recitando la célebre frase «Yo nunca bebo. vino», con el deseo reflejado en la cara de Lugosi, con su mano hipnotizando a sus víctimas, la niebla cubriendo la ciudad, el aullido de los lobos, la aparición de un repelente Van Helsing demostrando sus convicciones: «La superstición de ayer puede convertirse en la certeza científica de hoy», pero todos, el doctor Seward, Jonathan Harker, Mina, lo miran incrédulos, y Van Helsing sigue: «La fuerza del vampiro es que nadie cree en su existencia», la locura de Reinfield., todo, incluso el amaneramiento teatral, resulta cautivador, si exceptuamos su precipitado desenlace, demasiado veloz, casi como si el dinero se hubiese acabado y hubiera que terminar, con la muerte en off de Drácula.



SEIS. Nada de este Drácula sería igual sin Bela Lugosi. Se convirtió en un ídolo. Su interpretación atrajo sobre todo a las mujeres, que advertían el trasfondo sexual del personaje, fascinadas por la cadencia susurrante de su voz, lenta, persuasiva, por lo misterioso de su personalidad, un caballero de otra época, sombrío, vicioso, que escondía más de lo que mostraba, capaz de conducir a cualquiera más allá de lo inimaginable, con sus ojos penetrantes buscando sangre y cierta afectación que potenciaba su diferencia con los demás. Al final, Drácula mordió a Lugosi, le chupó la sangre, el actor quiso matarlo, pero Drácula se reía, continuaba bebiendo su sangre.

SIETE. También brilla la intensa actuación de Dwight Frye, que encarna a Reinfield, el personaje que más modificaciones experimenta en su registro a lo largo de la película. Con una amplia carrera en Broadway, Frye da vida al inicio a una persona segura de sí misma, que no cree en vampiros, que se burla de las supersticiones, para convertirse después de la revelación de Drácula en un loco desquiciado que come insectos, con sus ojos saltones que perturba en cada aparición. Edward Van Sloan interpreta, al igual que hacía en la versión teatral, a Van Helsing, con monolítico convencimiento. David Manners encarna a Harker, que siempre dijo que él apenas recordaba a Tod Browning, sólo a Karl Freund. Helen Chandler compone el papel de Mina con lívida belleza y Frances Dade el de Lucy con femenina curiosidad.

OCHO. Drácula se presentaba en Nueva York el 12 de febrero y se estrenaba comercialmente el 14 de febrero. La película cosechó un éxito rotundo. La gente salía maravillada y aterrada de la oscuridad de la sala. Tal vez, hoy día la película no asuste, sin embargo, en su época, los espectadores abandonaban el cine inquietos, sorprendidos de la visión del filme de la Universal. De hecho, en muchos cines se estrenó una versión muda, al no estar preparados para los equipos de sonido. Gran parte de esta celebridad fue a causa de la persistente campaña de publicidad de la productora, diseñando numerosos y diferentes pósteres para la época, en los que se insinuaba lo prohibido, sin olvidar el impactante tráiler que puede verse en el DVD del filme.

NUEVE. Tod Browning aún dirigió para la MGM La marca del vampiro (1935). Una cinta que se maneja de manera rutinaria entre el relato estilo Agatha Christie y relato de seudo-terror vampírico, donde Bela Lugosi actuaba en un papel similar, como en El retorno del vampiro (Lew Landers, 1944), o de nuevo como Drácula en la comedia Abbott y Costello encuentran a Frankenstein (Charles Barton, 1945). Ninguno de estos títulos resultan reseñables o aportan algo al mito del No Muerto. Un mito que ha ido creciendo con los años, que lejos de extinguirse sigue hincando sus colmillos y aumentando. Acaso, lo encomiable del personaje (de ahí que sea una creación majestuosa) es su capacidad para aguantar los innumerables maltratos a los que ha sido sometido. Porque ha habido Dráculas de todos los tipos: Dráculas negros, nipones, pop, porno, ibéricos, etcétera; y miles de sucedáneos (la reciente saga Crepúsculo, o la serie Buffy, por ejemplo); y una nómina de cineastas (Terence Fisher, Roman Polanski, Dan Curtis, Werner Herzog, Paul Morrissey, John Badham, Francis Ford Coppola, y la lista sigue hasta la eternidad) seducidos por él, que dieron una visión del Conde a partir de estéticas y fondos distintos.



DIEZ. Una cosa parece más cierta que otra: ¿quién no se siente atraído por el dulce susurro de Drácula? ¿Si no, a qué tantas adaptaciones? La versión ‘naif’de la Hammer, dirigida por Terence Fisher, en 1958, con un espigado Christopher Lee como Drácula y un engreído Peter Cushing como Van Helsing, continuando por otras producciones Hammer más o menos interesantes como Drácula, príncipe de las tinieblas (1966), del mismo Fisher, también con Lee en la sangre del Conde. El Drácula de Dan Curtis, de 1973, escrita con fidelidad por Richard Matheson y protagonizada por un gran Jack Palance. La nueva revisión de la Universal, en 1979, más romántica y melancólica, a cargo de John Badham, con Frank Langella como Drácula. El homenaje de Herzog al Nosferatu de Murnau, con el intenso Klaus Kinski. El portentoso trabajo de Coppola, devolviéndole una dimensión humana y romántica a su Drácula, interpretado por Gary Oldman, aunque lo que destaca es la hipnótica puesta en escena del director. Y miles de títulos sustitutivos de lo vampírico, desde la actual serie de Alan Ball, True Blood, a los vampiros del espacio de Fuerza vital (Tobe Hooper, 1985); a la urbana, lésbica, erótica, The hunger (Tony Scott, 1983); a la sugerente propuesta de Neil Jordan en Entrevista con el vampiro (1994), a los cazadores de chupasangres de John Carpenter, en Vampiros; y la lista de títulos y directores sigue, no se detiene, Wes Craven, Stephen Norrington, Guillermo del Toro y su genial Cronos, porque, ¿quién no ha deseado ser mordido por un vampiro?



(fuente: http://www.diariosur.es)

Drácula de Bram Stoker: el vampiro más famoso de la historia de la literatura

Drácula (1897) del autor irlandés Bram Stoker ha sido considerada como la obra cumbre de la literatura de vampiros, reuniendo en sí, muchos elementos de las obras vampíricas del siglo XIX en un conjunto coherente y unificado. En la novela, el vampirismo es tratado como una enfermedad sobrenatural (una especie de posesión demoníaca contagiosa), con insinuaciones eróticas, sangre, muerte y un estilo marcadamente victoriano, donde enfermedades como la tuberculosis y la sífilis eran muy conocidas y temidas. Una década antes, en 1888, Jack El Destripador y sus asesinatos de prostitutas habían creado un ambiente muy proclive a los relatos sangrientos.



El nombre del Conde Drácula (al que Stoker había pensado inicialmente llamar Conde Wampyr o Conde de Ville, pero lo desechó por demasiado obvio), fue inspirado por un personaje real e histórico, Vlad III Draculea también conocido como Tepes (El Empalador), un destacado voivoda valaco del siglo XV.




Sin embargo, el personaje literario de Stoker posee varias diferencias importantes. No es un noble valaco, sino szekler, y su castillo está situado en el Paso del Borgo en Transilvania, y no en Curtea de Arghes, en Valaquia, donde gobernó.

Stoker introdujo en su novela abundantes referencias folklóricas, como el horario nocturno, la tierra profanada, y aportó otros elementos de su cosecha, relacionando al vampiro con los murciélagos bebedores de sangre de Sudamérica.

Stoker se inspiró en muchas obras vampíricas anteriores, como Carmilla, en varios mitos y leyendas de Europa Oriental así como el personaje histórico del voivoda valaco. Como el autor Le Fanu, creó seductoras mujeres vampiro como Lucy Westenra.

En la novela también aparece una gran aportación al género vampírico: el cazador y experto en vampiros Abraham Van Helsing, que junto con Drácula se convertirá en un arquetipo de personajes similares en el género. Concluida la novela en 1897, Stoker la envió a su hermana, que la consideró “espléndida”. Pronto se convirtió en un rotundo éxito literario, adaptándose poco después al teatro y al cine.


La adaptación, más famosa en el cine, de esta novela, es la película que se títula del mismo modo, Drácula de Bram Stoker.



Gary Oldman da vida al conde Drácula en la película.



viernes, 18 de febrero de 2011

"Edward Cullen no fue el primero". Un repaso por algunos de los vampiros más conocidos de la literatura

La presencia de los Vampiros en la Literatura abarca un campo literario centrado en torno a la figura del vampiro y los elementos asociados a la misma, con diversas variantes. Aunque figuras y personajes vampíricos con diversos rasgos han aparecido en la mitología, la cultura oral y la literatura desde la antigüedad la primera aparición del vampiro literario moderno se produjo en las baladas góticas del siglo XVIII, saltando al ámbito de la novela con The Vampyre de Polidori (1819) y posteriormente se popularizaría como figura de los relatos de terror. La historia de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu resultó muy influyente en el género, así como para perfilar la imagen del vampiro gótico, pero sin duda la obra maestra y completa del género es Drácula de Bran Stoker (1897). Desde el siglo XX las historias de vampiros se han diversificado, no sólo aportando elementos nuevos, sino también introduciendo elementos de otros géneros como las novelas de suspense, fantasía, ciencia ficción y otros géneros menos habituales. Además de las tradicionales criaturas no muertas bebedoras de sangre, el vampirismo se ha extendido a otro tipo de seres como alienígenas o incluso animales. Otros “vampiros” de ficción se alimentan de energía vital en lugar de sangre.


¿Dónde empieza?

Siglo XVIII

La literatura vampírica hunde sus raíces en “la fiebre del vampirismo” que se extendió por Europa a principios del siglo XVIII, especialmente en el período entre 1720-1740. En diversos ámbitos comenzaron a circular extrañas historias sobre exhumaciones de vampiros con testigos académicos y jurídicos confirmados en varios lugares de Europa Oriental, como Peter Plogojowitz y Arnorld Paole en Serbia, durante el gobierno de la dinastía de los Habsburgo.

Pero más allá de la superstición popular el vampiro se abrió paso a las tradiciones folklóricas de Europa Oriental, donde encontró un terreno propicio para perpetuarse. Baladas y canciones anónimas ya evocaban sus hazañas en los países de Europa Oriental, cuando la revista científica alemana Der Naturfoscher, editada en Leipzig por Christlob Mylius, consagró en 1748 un número al fenómeno del vampirismo y publicó junto a la traducción de la “Carta 125” del Marqués d´Argens, un poema en alemán de Heinrich August Ossenfelder, que actualmente es considerado el primer texto literario en abordar el tema vampírico, aunque dentro de los cánones de la poesía popular. El vampiro no refería, sin embargo, la historia de ningún muerto viviente, sino la de un intrépido amante que, tras haber sido rechazado por una joven piadosa, la amenazaba pícaramente con convertirse en un vampiro como los campesinos de Hungría y vengarse de ella visitando su alcoba por la noche para demostrarle que su amor era más fuerte que las enseñanzas cristianas de su madre.

Posteriormente es Gottfried August Bürger, el creador de la “balada artística” alemana y uno de los mayores representantes del movimiento conocido como Sturm und Drang, quien realiza el primer tratamiento literario de la superstición del vampirismo. En Lenore, poema publicado en 1773, narra la historia de una joven, que al final de la Guerra de los Siete Años, se angustia por no tener noticias de su novio y en su desesperación reniega de la Providencia. A medianoche, un caballero golpea su puerta. Lenore desciende y reconoce enseguida a su amado Wilhelm, que viene a buscarla para casarse con ella; él la sienta en la grupa de su caballo y los dos amantes galopan vertiginosamente a la luz de la luna, atravesando paisajes sembrados de fantasmagóricas colinas y desiertos. Aterrorizada, la muchacha quiere saber por qué cabalgan tan rápido; Wilhelm espolea su caballo y pronuncia en voz baja estas palabras: Denn die Toten reiten schnell (“Porque los muertos viajan deprisa”) (que será citada por Bram Stoker en Drácula). Lenore responde: “Deja a los muertos en paz”. Cerca del amanecer, llegan a las puertas de un cementerio y se precipitan dentro; mientras el caballo avanza sobre las piedras funerarias, el jinete va perdiendo su apariencia humana y el lecho nupcial se revela como la fosa en la que yace, junto a su armadura destrozada, el esqueleto del novio. A medida que la tierra se entreabre bajo los pies de Lenore, un cortejo de espectros danza una ronda macabra y repite la tardía advertencia: “No hay que medirse con Dios.”



Después de estos sucedieron otros textos literarios con esta temática parecida como: La novia de Corinto de Johann Wolfanga Goethe en 1797 o Christabel de Samuel Taylor Coleridge, que fue el primer poema de la temática vampirística creado en la literatura inglesa, entre otros muchos más.




Siglo XIX

Durante el cambio de siglo continúan publicándose baladas góticas que utilizan la figura del vampiro. En su poema épico El Giaour, fragmento de un cuento turco (1813) de Lord Byron alude al vampiro como figura trágica condenada a beber la sangre y a destruir la vida de sus seres queridos. Es posible que se basara en el poema recientemente publicado de Robert Southey.
But first, on earth as vampire sent,
Thy corse shall from its tomb be rent:
Then ghastly haunt thy native place,
And suck the blood of all thy race;
There from thy daughter, sister, wife,
At midnight drain the stream of life;
Yet loathe the banquet which perforce
Must feed thy livid living corse:
Thy victims ere they yet expire
Shall know the demon for their sire,
As cursing thee, thou cursing them,
Thy flowers are withered on the stem.



La figura de este autor inspiró a John William Polidori para crear la base de El Vampiro (1819) La propia vida decadente de Byron se convirtió en el modelo del protagonista no muerto. Lord Ruthven (nombre la obra) muestra los rasgos del vampiro romántico: un atractivo aristócrata de astucia y encanto malignos, una criatura de tez pálida y hábitos nocturnos. En contraste, el vampiro del folklore popular era un monstruo horrible, hinchado de sangre, y nada atractivo.

Entre los autores irlandeses también destaca Joseph Sheridan Le Fanu, autor de relatos sobrenaturales y en especial su novela Carmilla aparecida entre 1871-1872 en una revista londinense, un relato cargado de fascinación erótica lésbica y que motivaría sucesivas adaptaciones cinematográficas en el siglo XX, convirtiéndose en uno de los relatos más famosos y conocidos del género. El relato de “Carmilla” está ambientado en el ducado de Estiria, que recoge la experiencia de una joven aristócrata que es seducida paulatinamente por una mujer vampiro que bebe lentamente la sangre de sus víctimas hasta matarlas. El tono erótico contiene una carga sexual muy sutil, mostrando que la no muerta está encadenada a su pasión prohibida de la misma forma que al deseo de sangre. El relato, aparte de estar ambientado como un testimonio personal de la protagonista, posee varios elementos extraídos del folklore popular, como los amuletos contra los vampiros, el horario nocturno o la estaca utilizada para acabar con su vida. Una novedad introducida en el relato y que en ocasiones será utilizada en el género cinematográfico es que Carmilla está obligada a utilizar su nombre con todas sus letras, aunque tenga que cambiarlo para ocultar su identidad: Carmilla-Mircalla-Millarca. Podríamos decir que fue el primer relato de “mujer vampira”.



En 1884, en Alemania, Karl Heinrich Ulrichs escribe Manor, en la que por primera vez el vampirisimo aparece como una metáforo directa de la homosexualidad masculina.



El motivo de la mujer amada difunta también se extiende a los Estados Unidos en el siglo XIX. El relato más antiguo es Berenice de Edgar Allan Poe (1835). En El Misterio de Ken (1883) Julian Hawthorne traslada la leyenda a Irlanda, asociándola con el mito de La Llorona, muy popular en México y en el sur de los Estados Unidos. Francis Marion Crawford utiliza el tema de la novia difunta en Italia, vinculando al vampiro con la idea de una sustancia maldita, inaprensible y sin contornos.







Siglo XX

Sobre todo tras la publicación de “Drácula” (le dedicaré una entrada únicamente a él) la figura del vampiro se convierte en un elemento de referencia de la literatura de terror, sobre todo a partir de su difusión popular en el teatro y el cine, pero trascendiendo más allá hacia otros géneros literarios como la ciencia-ficción, fantasia, etc. Resulta poco menos que imposible hacer un repaso exhaustivo de los numerosos relatos, novelas y cuentos sobre vampiros surgidos durante el siglo XX, ya sea como figura principal o elemento secundario de la trama, aunque se pueden destacar algunas figuras y obras importantes:

Una de las primeras asociaciones del vampirismo con la ciencia-ficción es El prisionero del planeta Marte (1908) y su secuela La guerra de los vampiros (1909) obra del autor Gustave Le Rouge, donde se describe una raza de marcianos humanoides con alas de murciélago y que beben sangre.



Durante la segunda mitad del siglo XX el género vampírico continúa, evolucionando pero al mismo tiempo aferrándose a sus clichés tradicionales. Destaca la saga romántica-gótica de Barnabas Collins (1966-1971) de la autora Marilyn Ross, vagamente basada en la serie de televisión Dark Shadows emitida por los mismos años. Los vampiros de esta saga son representados como héroes trágicos en lugar de monstruos tradicionales.

En 1975 sale al mercado El misterio de Salem´s Lot, uno de los principales éxitos comerciales de Stephen King, considerado uno de los maestros de la literatura de terror. En principio se trata de una historia de vampiros de corte clásico, con evidentes paralelismos con Drácula, incluyendo una lúgubre y fantasmagórica mansión, un no muerto auténtico y desapariciones en medio de una tranquila ciudad de la Costa Este de Estados Unidos. En 1977 el autor escribió un relato corto titulado “Una para el Camino”, en el que un matrimonio y su hija quedan atrapados en el coche por causa de la nieve en Jerusalem´s Lot. Otras novelas de Stephen King, aunque no directamente relacionadas con los vampiros, sí tienen un marcado o sutil contenido vampírico como “Los Tommynockers”, en la que unas criaturas de origen extraterrestre se apoderan lentamente de los cuerpos de los seres humanos.




La humanización definitiva del vampiro se produce en la popular saga de Las Crónicas Vampíricas (1976-2003), una serie de novelas de la autora Anne Rice. En 1969 escribió un relato breve titulado Entrevista con el vampiro (también traducido como Confesiones de un vampiro), que convertiría en novela en 1973 y se convertiría en otro de los clásicos de la literatura de vampiros. En la primera novela, su protagonista Louis refleja el dolor de su larga existencia. En principio el libro fue rechazado por varias editoriales y no sería publicado hasta 1976, convirtiéndose en un rotundo éxito de ventas. Posteriormente, y a raíz de este éxito, Anne Rice continuaría publicando el resto de las novelas de la saga, presentando a nuevos personajes en los que destaca el caprichoso Lestat de Lioncourt, que acaba absorbiendo el protagonismo de la saga. Al mismo tiempo la autora publica otros relatos independientes sobre vampiros, concluyendo la saga con la publicación de Cántico de sangre (2003). “Entrevista con el Vampiro” es una narración muy interesante debido a la exploración psicológica de la psique del personaje principal, así como la sugerencia de ambigüedad sexual y homoerotismo que se extiende por todo el relato, con diversos detalles sobre la naturaleza de los no muertos, sus miedos y su irrefrenable eternidad, que los lleva a la locura y el desaliento. Y todo contado en forma de una entrevista que un joven periodista le hace a Louis, el narrador vampiro (años más tarde se convertiría en película con el mismo título que el libro Entrevista con el Vampiro interpretada por Tom Crouise y Brad Pitt donde el primero daba vida al vampiro Lestat)



El Alma del vampiro (1992) de Poppy Z.Brite revisita los elementos del género. Los vampiros de Brite son criaturas amorales y depredadoras, una especie parásita a la raza humana pero separada de ella y que con el paso del tiempo se ha ido pareciendo cada vez más, hasta el punto de poder moverse bajo la luz del sol, aunque manteniendo la sed de sangre y su longevidad.



En su saga El Año del Vampiro (1992) el autor Kim Newman también introduce el vampirismo en un mundo ucrónico, en el que el Conde Drácula ha triunfado en su viaje a Inglaterra en 1897, tomando el control de la monarquía británica, y los vampiros pasan abiertamente a formar parte de la sociedad. La saga continúa en varios libros posteriores, haciendo guiños a los clásicos literarios y cinematográficos del género.







Siglo XXI

La literatura de vampiros continúa con buena salud con el cambio de siglo, con aportaciones nuevas y bizarras cada año, aunque el género comienza a acusar las consecuencias de una sobresaturación. Muchas series han incluido a los vampiros como protagonistas o elementos de la trama, ya sea en la ciencia-ficción, la fantasía, el romance, el erotismo, etc.

Las novelas de suspense y vampiros son quizás la parte del género más recurrente, destacando en este siglo la serie fantástica de Harry Dresden (2000-) de Jim Butcher y la saga de Sookie Stackhouse (2003-) de Charlaine Harris, que introduce elementos cómicos y paródicos (al primera daría lugar a una serie de televisión con el mismo nombre y la segunda también, con el nombre de True Blood)



En el campo de literatura juvenil la literatura de vampiros a menudo ha abordado el tema del romance sobrenatural, que muestra las relaciones amorosas entre vampiros y humanos. Normalmente en este tipo de literatura la figura del vampiro aparece especialmente humanizada y despojada de la mayor parte de los rasgos monstruosos y transgresores que lo caracterizan. Darren Shan escribió una serie de doce libros (2000-2004) sobre un niño del mismo nombre que el autor que se convierte en ayudante de un vampiro. Stephenie Meyer creó una serie sobre una adolescente llamada Bella Swan y su novio vampiro Edward Cullen; Crepúsculo, iniciada en 2005. En el 2008 Claudia Gray inicia la Saga Medianoche que se basa en la relación entre Bianca Olivier y Lucas Ross.



Juegos de rol como Vampiro: la mascarada, Ravenloft o Warhammer, también han inspirado novelas sobre vampiros, aunque siempre destacando el contexto del juego y no tanto el vampirismo en sí.



Làt Den Rätte Komma In (“Déjame entrar”) (2004) es una novela de terror del autor sueco John Ajvide Lindqvist, que ha encontrado buenas críticas y describe la relación entre un niño de 12 años y una niña vampira de 200 años y que tiene lugar en un suburbio de Estocolmo (Este año pasado, en el 2010, se estrenó en cines una película basada en este libro con el mismo título).



El Conde Drácula también continúa inspirando novelas tradicionales del género como La Historiadora (2005) de Elisabeth Kostova o Fangland (2007) de John Marks. En el año 2009 fue publicada la novela Drácula, el no muerto, una secuela de Drácula, obra de Dacre Stoker, descendiente de Bram Stoker, en colaboración con Ian Holt, un estudioso de la figura literaria del vampiro.

sábado, 12 de febrero de 2011

Twilight: La era que llegó para quedarse



Siempre se puede hablar de un cambio antes y después en todo, en una relación, en la escuela, en el trabajo, cosas que nos marcan de manera especial, lo mismo pasa con Twilight, esta historia que nace del sueño de una ama de casa la madrugada de un 02 de Junio del 2004, en el que consistía de un hombre extremadamente guapo, que parecía fuera de este mundo, en un hermoso prado con una humana mientras discutían la muerte de esta y su amor prohibido.

Cuando tomamos el libro y empezamos a leer nos imaginamos un mundo completamente distinto en el que hemos vivido, donde existen criaturas sobrenaturales y que conviven a nuestro alrededor ignorando completamente su existencia, cuando empezamos a leer, nos sumergimos tanto en la historia, que parece que la estamos viviendo, nos imaginamos siendo Bella con Edward, en el prado confesándose su amor, o sufrimos porque nuestro Edward se fue, sufrimos porque tenemos que decidir entre mi mejor amigo y el amor de nuestra vida o sentirnos plenas por consumar el acto,” ¿Quién no se enamoró cuando escuchamos, y el león se enamoró de la oveja, que oveja tan estúpida, que león enfermo y masoquista?”



Experiencias que vivimos en diferentes etapas de nuestras vidas, todos sufrimos lo que Bella sufre, todos tenemos que enfrentar un día el confesar nuestro amor a una persona o el primer rompimiento. Nos identificamos tanto con la historia, dejando de la lado el lado místico, por todas las situaciones que rodean a cada uno de los personajes, ¿Quién no tiene una amiga loca por las compras o por la moda? ¿O un amigo que te ha sacado de una depresión y ha sido tu apoyo? ¿O no conoces a una persona tan compasiva como Carlisle o una mamá incondicional y con la capacidad de amar como Esme? ¿Quién no tiene un hermano imprudente como Emmett? Son situaciones que vivimos día a día.

Twilight es una historia que no a todos gusta, muchos la han criticado y la han tachado de simple por la forma de la narración, pero siempre he pensado que el gusto se rompe en géneros, cada quien tiene sus gustos y deben ser respetados, cada uno interpreta la historia de manera diferente, pues pensamos de manera diferente.



Tú y yo compartimos el amor por esta saga, esta historia cautiva a más de uno, amo esta historia por los personajes que tienen, porque puedes llegar amar hasta al más villano, ¿No sentiste pena por Riley? ¿O por Victoria cuando mataron a James?, es un libro lleno de matices, que no puedes odiar al más malo, pues simplemente se dejan llevar por su naturaleza. Edward estuvo en ese camino durante un tiempo y no por eso lo odiamos, sino todo lo contrario, lo amamos pues puede soportar todo con tal de estar con la persona que ama.

Esta historia ha cautivado a personas de todas las edades, desde niños hasta señores de la tercera edad, y es que va dirigido para todo tipo de personas. Somos TwiHards, TwiMoms (desearía que mi madre fuera una), que defendemos a esta saga con pasión, es posible que conozcamos más sobre estos personajes y las celebridades que los interpretan que lo que pasa a nuestro alrededor.

Siempre se puede hablar de un cambio antes y después en todo, en una relación, en la escuela, en el trabajo, cosas que nos marcan de manera especial, lo mismo pasa con Twilight, una historia con la cual hemos llorado, reído, enojado e incluso hasta enamorarnos, nos muestra la forma perfecta del amor, amor que está lleno de imperfecciones pero que aun así adoramos, un amor que muestra sus debilidades y una amor que es capaz de renunciar a todo para estar con la persona que uno ama.




Siento nostalgia al saber que esta historia llega a su fin, con cada día de que pasa, pues como muchas me enamore de esta increíble historia que nos ha dejado muchas enseñanzas siendo una de ellas, a que no importa lo que hagamos, la vida está llena de decisiones que tenemos que tomar, incluso por encima del amor a nuestra pareja, tomar decisiones que nos hagan sentir bien pero sobretodo nos enseñó, que amar a la otra persona incluye amarla con todo y sus imperfecciones, pues a pesar de todo amamos la manera posesiva de ser con nosotras.

Pero no voy amargarlas hablando de lo que muchas ya saben, sólo recordarles que la obra no se acaba hasta que el telón se cierra, y para eso faltan 2 años.

(fuente: http://www.diariotwilight.com/)