miércoles, 25 de julio de 2012

A Bella, por Lord Enrique


¡Aquí estoy de nuevo! Tres meses sin subir ninguna entrada al blog y parece que lo haya olvidado, pero no. Es lo que tienen las clases del máster y sus últimos coletazos y el principio del verano, que quitan el poco tiempo que tenía. Pero aquí estoy de nuevo para subir curiosidades sobre la saga e intentaré ir actualizando algo más a menudo estos días de verano. 


¿Y cómo era la mejor forma de hacerlo? Con una preciosa poesía de Lord Enrique, inspirada en Bella en Amanecer.


A Bella, por Lord Enrique

Desde aquel sublime día,
Cuando juntos ante el altar, nos juramos amor eterno,
Para mí el mundo tuvo un sentido más profundo.

He vivido durante largo tiempo
He admirado la belleza de lo simple, de lo terrenal
Pero la tuya aquel día fue algo celestial.


El beso con que sellamos aquel momento
Fue muy poderoso, me sumergió por completo,
En un tren de recuerdos, contigo, mi cielo.

En ese instante supe,
El por qué de mi condición
El porqué de mi existencia,
Y no era otra que cuidar de ti mi querida Bella.


Partimos al inicio de la eternidad,
Nuestra primera noche matrimonial,
Lucias inquieta, un poco angustiada,
Así que propuse nadar un poco,
En aquellas aguas oscuras bañadas en luz de Luna.

Estuve unos instantes nadando y mirando
Con detenimiento, las costas lejanas
Así sentí mis remordimientos,
Mis demonios internos, muy lejanos.
Porque estaban ahí, para darme fuerza y con tu amor
Descubrir que algo bueno y puro había todavía en mí.


En medio de mis vacilaciones,
Llegaste tú, tan sólo con una toalla
Cubriendo tu cuerpo desnudo,
En un espectáculo encantador,
La luz de aquella Luna
Acariciaba tu piel alba dándole un brillo particular.


Suavemente dejaste caer aquella barrera
Que separaba tu desnudez de mí.
Sentí el frío tan natural de mi cuerpo desvanecerse por un momento.
Fue algo exquisito ver tu silueta caminar desde la orilla al agua.
No pude dejar de deleitarme con tu belleza,
Cada detalle de tu cuerpo, cada imperfección
Cada rasgo de tu humanidad latente.
No te imaginas cuán feliz y orgulloso me sentí de saber que eras mi esposa.


La pasión y el deseo me gritaban con fuerza
Me invitaban a tomarte entre mis brazos y la razón me flagelaba recordándome
Mi condición,
En esa lucha interna, llegaste a mi lado, con un beso suave pero lleno de fogosidad,
Todo se esfumó y me dejé llevar.


Entre besos y caricias
Entre profundos suspiros y fugaces sonrisas, nos entregamos. 
Jamás había experimentado una fuerza tan poderosa
Una libertad tan completa,
Un placer tan sublime,
Como el tenerte entre mis brazos acunada en mi pecho.
Durmiendo tranquilamente,
Después  de aquel mágico momento,
Un dulce beso deposité en tu frente, suavemente te arropé.
Y mirándote dormir, el tiempo se me pasó contemplándote.


De aquellos encuentros un milagro surgió
Al principio me llené de temor, de impotencia.
Pues aquel ser que crecía dentro de ti, te arrebataba el alma, la vida, el color de tus mejillas.
Pero te aferrabas a la idea de darlo a luz, sin importar lo que te pasara a ti.
Quizás egoísta fui,
Pero es que sin ti la vida no es más que una flor marchita.

Pero en unos instantes juntos, empecé a oír una voz.
Eran los pensamientos del ser que vivía en tu vientre.
Logré percibir que era algo puro, que era como tú
Y decía alegre que te amaba, que nos amaba.
Oír su voz, me hizo recapacitar sobre mi actitud y me llenó de fuerza,
Para esperar lo que viniese.


Luego diste a luz; aquel ser casi te mata.
Pero cuando vi sus ojos, vi algo hermoso.
Fue una conexión que jamás había sentido por nadie,
Era una preciosa, de pensamientos muy puros.

Cuando volviste a ser tú después de aquel tormentosos pero feliz momento,
Las reuní, fue maravilloso ver la conexión entre tú y nuestra pequeña hija.
De ahí entendí que mi misión se extendía a protegerla a ella también,
A nuestra Reesme, como las llamaste.


Te preguntarás por qué te escribo estas líneas, mi querida Bella.
Sólo quería darte las gracias:
Por ser el Sol en mi noche perpetua,
Por ser el sentido de mi vida,
Por darme una hija,
Porque ahora somos una familia y como tal nuestra historia apenas comienza.

No hay nada escrito, en el libro de nuestros destinos, y lo que venga, juntos lo afrontaremos.
Siempre juntos, mi querida Bella.







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