viernes, 18 de febrero de 2011

"Edward Cullen no fue el primero". Un repaso por algunos de los vampiros más conocidos de la literatura

La presencia de los Vampiros en la Literatura abarca un campo literario centrado en torno a la figura del vampiro y los elementos asociados a la misma, con diversas variantes. Aunque figuras y personajes vampíricos con diversos rasgos han aparecido en la mitología, la cultura oral y la literatura desde la antigüedad la primera aparición del vampiro literario moderno se produjo en las baladas góticas del siglo XVIII, saltando al ámbito de la novela con The Vampyre de Polidori (1819) y posteriormente se popularizaría como figura de los relatos de terror. La historia de Carmilla (1872) de Sheridan Le Fanu resultó muy influyente en el género, así como para perfilar la imagen del vampiro gótico, pero sin duda la obra maestra y completa del género es Drácula de Bran Stoker (1897). Desde el siglo XX las historias de vampiros se han diversificado, no sólo aportando elementos nuevos, sino también introduciendo elementos de otros géneros como las novelas de suspense, fantasía, ciencia ficción y otros géneros menos habituales. Además de las tradicionales criaturas no muertas bebedoras de sangre, el vampirismo se ha extendido a otro tipo de seres como alienígenas o incluso animales. Otros “vampiros” de ficción se alimentan de energía vital en lugar de sangre.


¿Dónde empieza?

Siglo XVIII

La literatura vampírica hunde sus raíces en “la fiebre del vampirismo” que se extendió por Europa a principios del siglo XVIII, especialmente en el período entre 1720-1740. En diversos ámbitos comenzaron a circular extrañas historias sobre exhumaciones de vampiros con testigos académicos y jurídicos confirmados en varios lugares de Europa Oriental, como Peter Plogojowitz y Arnorld Paole en Serbia, durante el gobierno de la dinastía de los Habsburgo.

Pero más allá de la superstición popular el vampiro se abrió paso a las tradiciones folklóricas de Europa Oriental, donde encontró un terreno propicio para perpetuarse. Baladas y canciones anónimas ya evocaban sus hazañas en los países de Europa Oriental, cuando la revista científica alemana Der Naturfoscher, editada en Leipzig por Christlob Mylius, consagró en 1748 un número al fenómeno del vampirismo y publicó junto a la traducción de la “Carta 125” del Marqués d´Argens, un poema en alemán de Heinrich August Ossenfelder, que actualmente es considerado el primer texto literario en abordar el tema vampírico, aunque dentro de los cánones de la poesía popular. El vampiro no refería, sin embargo, la historia de ningún muerto viviente, sino la de un intrépido amante que, tras haber sido rechazado por una joven piadosa, la amenazaba pícaramente con convertirse en un vampiro como los campesinos de Hungría y vengarse de ella visitando su alcoba por la noche para demostrarle que su amor era más fuerte que las enseñanzas cristianas de su madre.

Posteriormente es Gottfried August Bürger, el creador de la “balada artística” alemana y uno de los mayores representantes del movimiento conocido como Sturm und Drang, quien realiza el primer tratamiento literario de la superstición del vampirismo. En Lenore, poema publicado en 1773, narra la historia de una joven, que al final de la Guerra de los Siete Años, se angustia por no tener noticias de su novio y en su desesperación reniega de la Providencia. A medianoche, un caballero golpea su puerta. Lenore desciende y reconoce enseguida a su amado Wilhelm, que viene a buscarla para casarse con ella; él la sienta en la grupa de su caballo y los dos amantes galopan vertiginosamente a la luz de la luna, atravesando paisajes sembrados de fantasmagóricas colinas y desiertos. Aterrorizada, la muchacha quiere saber por qué cabalgan tan rápido; Wilhelm espolea su caballo y pronuncia en voz baja estas palabras: Denn die Toten reiten schnell (“Porque los muertos viajan deprisa”) (que será citada por Bram Stoker en Drácula). Lenore responde: “Deja a los muertos en paz”. Cerca del amanecer, llegan a las puertas de un cementerio y se precipitan dentro; mientras el caballo avanza sobre las piedras funerarias, el jinete va perdiendo su apariencia humana y el lecho nupcial se revela como la fosa en la que yace, junto a su armadura destrozada, el esqueleto del novio. A medida que la tierra se entreabre bajo los pies de Lenore, un cortejo de espectros danza una ronda macabra y repite la tardía advertencia: “No hay que medirse con Dios.”



Después de estos sucedieron otros textos literarios con esta temática parecida como: La novia de Corinto de Johann Wolfanga Goethe en 1797 o Christabel de Samuel Taylor Coleridge, que fue el primer poema de la temática vampirística creado en la literatura inglesa, entre otros muchos más.




Siglo XIX

Durante el cambio de siglo continúan publicándose baladas góticas que utilizan la figura del vampiro. En su poema épico El Giaour, fragmento de un cuento turco (1813) de Lord Byron alude al vampiro como figura trágica condenada a beber la sangre y a destruir la vida de sus seres queridos. Es posible que se basara en el poema recientemente publicado de Robert Southey.
But first, on earth as vampire sent,
Thy corse shall from its tomb be rent:
Then ghastly haunt thy native place,
And suck the blood of all thy race;
There from thy daughter, sister, wife,
At midnight drain the stream of life;
Yet loathe the banquet which perforce
Must feed thy livid living corse:
Thy victims ere they yet expire
Shall know the demon for their sire,
As cursing thee, thou cursing them,
Thy flowers are withered on the stem.



La figura de este autor inspiró a John William Polidori para crear la base de El Vampiro (1819) La propia vida decadente de Byron se convirtió en el modelo del protagonista no muerto. Lord Ruthven (nombre la obra) muestra los rasgos del vampiro romántico: un atractivo aristócrata de astucia y encanto malignos, una criatura de tez pálida y hábitos nocturnos. En contraste, el vampiro del folklore popular era un monstruo horrible, hinchado de sangre, y nada atractivo.

Entre los autores irlandeses también destaca Joseph Sheridan Le Fanu, autor de relatos sobrenaturales y en especial su novela Carmilla aparecida entre 1871-1872 en una revista londinense, un relato cargado de fascinación erótica lésbica y que motivaría sucesivas adaptaciones cinematográficas en el siglo XX, convirtiéndose en uno de los relatos más famosos y conocidos del género. El relato de “Carmilla” está ambientado en el ducado de Estiria, que recoge la experiencia de una joven aristócrata que es seducida paulatinamente por una mujer vampiro que bebe lentamente la sangre de sus víctimas hasta matarlas. El tono erótico contiene una carga sexual muy sutil, mostrando que la no muerta está encadenada a su pasión prohibida de la misma forma que al deseo de sangre. El relato, aparte de estar ambientado como un testimonio personal de la protagonista, posee varios elementos extraídos del folklore popular, como los amuletos contra los vampiros, el horario nocturno o la estaca utilizada para acabar con su vida. Una novedad introducida en el relato y que en ocasiones será utilizada en el género cinematográfico es que Carmilla está obligada a utilizar su nombre con todas sus letras, aunque tenga que cambiarlo para ocultar su identidad: Carmilla-Mircalla-Millarca. Podríamos decir que fue el primer relato de “mujer vampira”.



En 1884, en Alemania, Karl Heinrich Ulrichs escribe Manor, en la que por primera vez el vampirisimo aparece como una metáforo directa de la homosexualidad masculina.



El motivo de la mujer amada difunta también se extiende a los Estados Unidos en el siglo XIX. El relato más antiguo es Berenice de Edgar Allan Poe (1835). En El Misterio de Ken (1883) Julian Hawthorne traslada la leyenda a Irlanda, asociándola con el mito de La Llorona, muy popular en México y en el sur de los Estados Unidos. Francis Marion Crawford utiliza el tema de la novia difunta en Italia, vinculando al vampiro con la idea de una sustancia maldita, inaprensible y sin contornos.







Siglo XX

Sobre todo tras la publicación de “Drácula” (le dedicaré una entrada únicamente a él) la figura del vampiro se convierte en un elemento de referencia de la literatura de terror, sobre todo a partir de su difusión popular en el teatro y el cine, pero trascendiendo más allá hacia otros géneros literarios como la ciencia-ficción, fantasia, etc. Resulta poco menos que imposible hacer un repaso exhaustivo de los numerosos relatos, novelas y cuentos sobre vampiros surgidos durante el siglo XX, ya sea como figura principal o elemento secundario de la trama, aunque se pueden destacar algunas figuras y obras importantes:

Una de las primeras asociaciones del vampirismo con la ciencia-ficción es El prisionero del planeta Marte (1908) y su secuela La guerra de los vampiros (1909) obra del autor Gustave Le Rouge, donde se describe una raza de marcianos humanoides con alas de murciélago y que beben sangre.



Durante la segunda mitad del siglo XX el género vampírico continúa, evolucionando pero al mismo tiempo aferrándose a sus clichés tradicionales. Destaca la saga romántica-gótica de Barnabas Collins (1966-1971) de la autora Marilyn Ross, vagamente basada en la serie de televisión Dark Shadows emitida por los mismos años. Los vampiros de esta saga son representados como héroes trágicos en lugar de monstruos tradicionales.

En 1975 sale al mercado El misterio de Salem´s Lot, uno de los principales éxitos comerciales de Stephen King, considerado uno de los maestros de la literatura de terror. En principio se trata de una historia de vampiros de corte clásico, con evidentes paralelismos con Drácula, incluyendo una lúgubre y fantasmagórica mansión, un no muerto auténtico y desapariciones en medio de una tranquila ciudad de la Costa Este de Estados Unidos. En 1977 el autor escribió un relato corto titulado “Una para el Camino”, en el que un matrimonio y su hija quedan atrapados en el coche por causa de la nieve en Jerusalem´s Lot. Otras novelas de Stephen King, aunque no directamente relacionadas con los vampiros, sí tienen un marcado o sutil contenido vampírico como “Los Tommynockers”, en la que unas criaturas de origen extraterrestre se apoderan lentamente de los cuerpos de los seres humanos.




La humanización definitiva del vampiro se produce en la popular saga de Las Crónicas Vampíricas (1976-2003), una serie de novelas de la autora Anne Rice. En 1969 escribió un relato breve titulado Entrevista con el vampiro (también traducido como Confesiones de un vampiro), que convertiría en novela en 1973 y se convertiría en otro de los clásicos de la literatura de vampiros. En la primera novela, su protagonista Louis refleja el dolor de su larga existencia. En principio el libro fue rechazado por varias editoriales y no sería publicado hasta 1976, convirtiéndose en un rotundo éxito de ventas. Posteriormente, y a raíz de este éxito, Anne Rice continuaría publicando el resto de las novelas de la saga, presentando a nuevos personajes en los que destaca el caprichoso Lestat de Lioncourt, que acaba absorbiendo el protagonismo de la saga. Al mismo tiempo la autora publica otros relatos independientes sobre vampiros, concluyendo la saga con la publicación de Cántico de sangre (2003). “Entrevista con el Vampiro” es una narración muy interesante debido a la exploración psicológica de la psique del personaje principal, así como la sugerencia de ambigüedad sexual y homoerotismo que se extiende por todo el relato, con diversos detalles sobre la naturaleza de los no muertos, sus miedos y su irrefrenable eternidad, que los lleva a la locura y el desaliento. Y todo contado en forma de una entrevista que un joven periodista le hace a Louis, el narrador vampiro (años más tarde se convertiría en película con el mismo título que el libro Entrevista con el Vampiro interpretada por Tom Crouise y Brad Pitt donde el primero daba vida al vampiro Lestat)



El Alma del vampiro (1992) de Poppy Z.Brite revisita los elementos del género. Los vampiros de Brite son criaturas amorales y depredadoras, una especie parásita a la raza humana pero separada de ella y que con el paso del tiempo se ha ido pareciendo cada vez más, hasta el punto de poder moverse bajo la luz del sol, aunque manteniendo la sed de sangre y su longevidad.



En su saga El Año del Vampiro (1992) el autor Kim Newman también introduce el vampirismo en un mundo ucrónico, en el que el Conde Drácula ha triunfado en su viaje a Inglaterra en 1897, tomando el control de la monarquía británica, y los vampiros pasan abiertamente a formar parte de la sociedad. La saga continúa en varios libros posteriores, haciendo guiños a los clásicos literarios y cinematográficos del género.







Siglo XXI

La literatura de vampiros continúa con buena salud con el cambio de siglo, con aportaciones nuevas y bizarras cada año, aunque el género comienza a acusar las consecuencias de una sobresaturación. Muchas series han incluido a los vampiros como protagonistas o elementos de la trama, ya sea en la ciencia-ficción, la fantasía, el romance, el erotismo, etc.

Las novelas de suspense y vampiros son quizás la parte del género más recurrente, destacando en este siglo la serie fantástica de Harry Dresden (2000-) de Jim Butcher y la saga de Sookie Stackhouse (2003-) de Charlaine Harris, que introduce elementos cómicos y paródicos (al primera daría lugar a una serie de televisión con el mismo nombre y la segunda también, con el nombre de True Blood)



En el campo de literatura juvenil la literatura de vampiros a menudo ha abordado el tema del romance sobrenatural, que muestra las relaciones amorosas entre vampiros y humanos. Normalmente en este tipo de literatura la figura del vampiro aparece especialmente humanizada y despojada de la mayor parte de los rasgos monstruosos y transgresores que lo caracterizan. Darren Shan escribió una serie de doce libros (2000-2004) sobre un niño del mismo nombre que el autor que se convierte en ayudante de un vampiro. Stephenie Meyer creó una serie sobre una adolescente llamada Bella Swan y su novio vampiro Edward Cullen; Crepúsculo, iniciada en 2005. En el 2008 Claudia Gray inicia la Saga Medianoche que se basa en la relación entre Bianca Olivier y Lucas Ross.



Juegos de rol como Vampiro: la mascarada, Ravenloft o Warhammer, también han inspirado novelas sobre vampiros, aunque siempre destacando el contexto del juego y no tanto el vampirismo en sí.



Làt Den Rätte Komma In (“Déjame entrar”) (2004) es una novela de terror del autor sueco John Ajvide Lindqvist, que ha encontrado buenas críticas y describe la relación entre un niño de 12 años y una niña vampira de 200 años y que tiene lugar en un suburbio de Estocolmo (Este año pasado, en el 2010, se estrenó en cines una película basada en este libro con el mismo título).



El Conde Drácula también continúa inspirando novelas tradicionales del género como La Historiadora (2005) de Elisabeth Kostova o Fangland (2007) de John Marks. En el año 2009 fue publicada la novela Drácula, el no muerto, una secuela de Drácula, obra de Dacre Stoker, descendiente de Bram Stoker, en colaboración con Ian Holt, un estudioso de la figura literaria del vampiro.

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